Antes de empezar a escribir una de las decisiones más importantes que debes tomar es qué tipo de narrador vas a utilizar, más aún si la historia es larga.
Porque, además de conjugar los verbos de forma distinta, cada tipo de narrador tiene unas características específicas, que pueden no encajar con un narrador distinto.
¿Cuáles? Te las cuento aquí, para que puedas decidir cuál te es más útil durante la fase de planificación y te evites largas sesiones de reescritura.
Índice
Primera y tercera persona: la diferencia fundamental entre ambos narradores
Si tuviera que describirte en pocas palabras cuál es la diferencia principal entre un narrador en primera y tercera persona, mi respuesta sería, indudablemente, dónde está el foco en la narración.
El narrador en primera persona tiende, por norma general, a crear historias mucho más íntimas. El lector se pone los zapatos del personaje desde el que se narra la acción, ve el mundo a través de sus ojos y siente sus mismas emociones.
Y esto es, desde mi punto de vista, lo más importante. Si estás escribiendo en primera persona el narrador nunca va a saber más de lo que sepa el personaje que le pone voz, en el momento en el que está narrando dicha historia.
Si tu personaje, como sucede en la novela Marina, te está contando la historia varios años después de que esta sucediese, puedes permitirte ciertas licencias. Si, en cambio, tu novela estuviese escrita en presente, no podrías utilizar recursos como el «y aunque, en ese momento ni yo ni mi mejor amigo podemos saberlo, aquella tarde nuestras vidas van a cambiar para siempre».
Es que, de verdad. Hasta me ha costado escribirlo. Mi mente se iba al pasado de forma automática.
A la hora de escribir un narrador en tercera persona, en cambio, los límites son bastante más laxos. El narrador es algo externo a la historia y, por tanto, no tienes que dar tantas explicaciones sobre qué sabe y qué no.
Tradicionalmente, se ha distinguido entre tres tipos de narrador en tercera persona: el omnisciente, el testigo, y el semiomnisciente, que está a medio camino entre ambos.
Los tipos de narrador
Narradores en primera persona
Como ya he dicho antes, el narrador en primera persona es una opción muy buena (casi te diría que la mejor) para hacer que tu lector conecte y empatice con tu protagonista. Crea una ilusión de intimidad, como si el narrador-personaje fuera un amigo cercano que te cuenta sus problemas y aflicciones.
Para que funcione, no obstante, tiene que estar bien escrito. Si tu personaje no tiene suficientes características positivas, o le das un peso excesivo a las negativas, puedes acabar agotando a tu lector.
Si se trata de una historia de mayor longitud, no obstante, la cosa cambia.
Discúlpame que te vuelva a mencionar Tokyo Ghoul (el manga, no el anime), pero es una serie que me encanta. Y un ejemplo muy útil. Su protagonista, Kaneki, no es especialmente valiente y tiene bastantes problemas para adaptarse a su nueva condición. A su favor, no obstante, tiene tres factores:
- Si te dijeran que a partir de ahora solo puedes comer carne humana, y que cuando tengas hambre vas a ver a tus seres queridos como una brocheta con ropa, dime tú cómo ibas a tomártelo.
- Que, a la hora de la verdad, Kaneki termina actuando. A veces, incluso, tiene sus momentos de héroe de acción, aunque no le suelen durar mucho.
- Que la desgracia le persigue de tal modo que habría que ser un insensible para decir «uf, qué tío más cansino, a ver si deja de quejarse.»
En resumen. Si tu personaje va a quejarse, que lo haga con motivos. Pese a las dificultades, esfuérzate por incluir momentos en los que se vea su mejor cara. Y cuando eso suceda, hazlo de forma que dejen un impacto profundo en el lector.
Gestionar este tipo de protagonistas puede ser difícil, por lo que te recomiendo que recurras a las opiniones de terceros.
Si varios lectores cero te dicen que en un segmento de tu historia este personaje resulta pesado, cambia un poco el enfoque o altera el orden de algún capítulo.
Narradores en tercera persona
El narrador omnisciente
El narrador omnisciente, como su propio nombre indica (para los que sepan latín, claro), lo sabe todo. Qué ha pasado, qué va a pasar y cómo se sienten todos los personajes de la historia.
Aunque en la actualidad ha caído en cierto desuso, podría ser interesante utilizar esta narración en algunas ocasiones. Imagínate que, por ejemplo, ambientases tu historia en la Antigua Grecia y quisieras narrar las desventuras de un Héroe condenado a la tragedia.
¿No sería interesante, en este caso, que tu narrador fueron las Moiras? Estas diosas, al fin y al cabo, controlaban y conocían el destino de los hombres. Quién mejor que ellas para contar su historia.
El narrador testigo
Si el narrador omnisciente sabía todo, el narrador testigo no sabe nada. Su papel se limita a retransmitir los hechos sin entrar en el fuero interno de ningún personaje.
Al utilizar un narrador testigo, por tanto, no podrías permitirte el lujo de decir que «este personaje está enfadado», de forma similar al narrador en primera persona. Adquirirán especial importancia los gestos de los personajes, su tono de voz y otros comportamientos.
Este estilo podría ser útil en situaciones concretas, donde quisieras mantener a tus lectores alejados de los personajes y crear una narración más fría, que se centrase más en los hechos y menos en las implicaciones personales de estos.
El narrador en tercera persona en la actualidad
Como ya te he adelantado, en la actualidad la mayoría de historias en tercera persona utilizan una narrador mixto o semiomnisciente. Son narradores que saben mucho: qué piensan los personajes, sus trasfondos y, en ocasiones, qué va a pasar.
Este último lo decides tú. Decirle explícitamente a tu lector que lo sabes puede ser un recurso interesante, pero si decides utilizarlo limita las veces que se lo recuerdas. En la mayoría de casos el mejor narrador es el narrador que pasa desapercibido.
El motivo por el que creo que, en general, este narrador tiene tanto éxito, es en el peso que se da en buena parte de la literatura actual a las relaciones interpersonales. Estas son, desde mi punto de vista, una mina para crear tensión dramática.
Y, claro. ¿Qué genera más tensión? ¿Que tú, el lector, sepas lo que piensan ambos personajes, o que solo sepas qué piensa uno y sientas la misma confusión que él? Yo creo que lo segundo.
Imagínate que tu protagonista le dice a otro personaje que es el amor de su vida, y este le responde «me lo tengo que pensar», pese a que hasta hace dos minutos te habrías apostado un riñón a que los sentimientos eran mutuos. ¿Qué te parece más interesante? ¿Descubrir inmediatamente el motivo? ¿O hacerlo al mismo tiempo que decide abrir su corazón y contarles sus inquietudes al protagonista?
Escoge qué personajes reciben la atención del narrador
Una cosa muy importante al escoger este tipo de narrador, es decidir de antemano a qué personajes va tener acceso el narrador, y en qué medida.
Me explico, recuperando el ejemplo de antes. Imagínate que decides no decir por qué ese personaje «se lo tiene que pensar». Todo bien. Es una decisión perfectamente válida. Ahora imagínate que pasas, de estar describiendo minuciosamente los pensamientos de este personaje, a no revelar nada de él.
Existiría un claro contraste entre el antes y el después. Y algunos lectores (no todos, ojo) lo notarían.
Por tanto, lo ideal sería regular el flujo de información. El narrador podría saberlo todo del protagonista, pero explorar los pensamientos de su enamorado en momentos concretos de la historia y, además, mantener oculto buena parte de su trasfondo hasta que el propio protagonista lo conozca.
Si acostumbras al lector a que su «acceso» a ciertos personajes es limitado, no tendrás este problema.
¿Y qué pasa con el narrador en segunda persona?
Que existe, pero sus usos son más limitados en la literatura tradicional.
¿Significa eso que no puedes utilizarlo? Ni mucho menos, eres libre de experimentar y crear la historia que quieras.
Dónde sí que he visto que se utiliza con bastante asiduidad, no obstante, es en la literatura «interactiva», a falta de un nombre mejor. Recuerdo que cuando era pequeño encontré un libro de una colección llamada Elige tu propia aventura. Estaba escrito en segunda persona y el protagonista era un niño que se bebía una poción que le hacía diminuto. Cada capítulo tenía un par de páginas y, al final, me daba a elegir entre dos o tres opciones y me decía en qué página podía leer las consecuencias de mi decisión. La historia tenía varios finales, la mayoría desagradables.
También se recurre a este narrador de forma habitual en ciertos videojuegos donde el texto es la principal fuente de información (y no tanto la imagen).
El objetivo principal, al utilizar este narrador, es crear la ilusión de que TÚ eres el protagonista.
En tercera persona, estás fuera de la narración.
En primera persona, te sientes como si el narrador-personaje se estuviera sincerando contigo.
En este caso el narrador sustituye, de algún modo, a los sentidos del lector y se centra en describir lo que sucede a su alrededor. Para potenciar esta idea, las historias con un narrador en segunda persona tienden a caracterizar menos a sus personajes de lo habitual
¿El objetivo? Sencillo. Al hacer al personaje más ambiguo, al lector le resulta más sencillo asumir ese papel de protagonista.
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«¿Te imaginas empezar a pasar tu novela de primera a tercera persona cuando ya llevas 35.000 palabras escritas?» Esa soy yo…
No necesito imaginármelo, porque una vez me pasó. Y varios meses después seguía encontrando verbos donde se me había olvidado cambiar de primera a tercera persona.
Después de tanto quebradero de cabeza dije «nunca más».
Es una locura! Errores de novato… Pero ya me costó encontrar la persona antes de empezar y nunca me llegué a sentir cómoda, supongo que era inevitable